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Ver versión completa : Fútbol Total y el Telón de Acero



Mirard
14/03/2019, 11:34
Cuando hablamos de Fútbol Total, nos viene a la mente el Ajax, club que revolucionó el panorama fubolístico a principios de los setenta, y la Naranja Mecánica, la selección holandesa que asombró al planeta en la Copa del Mundo de 1974, continuando la labor iniciada en Amsterdam de la mano de su técnico Rinus Michels y su líder Johan Cruyff, encumbrado al olimpo futbolístico en aquel Mundial. De aquel tiempo recordamos también al Bayern München de Franz el “Kaiser” Beckenbauer, que relevó al equipo de Amsterdam en la hegemonía continental de la época, y fue, junto con el Borussia M'Gladbach, la base de la selección alemana que arrebataría la gloria a los Tulipanes en la final del Campeonato del Mundo de 1974. 1974, el Mundial de la eclosión del fútbol total, uno de los torneos de mayor nivel futbolístico de la historia y en el que las mejores selecciones europeas marcaron diferencias siderales con respecto al resto del planeta practicando ese nuevo tipo de fútbol.

Sin embargo, la memoria colectiva tiende a pasar por alto un bloque futbolístico que se amoldó especialmente bien a los principios que regían el Fútbol Total, el cual iba a cambiar la concepción de este deporte para las décadas venideras. Hablamos de los países de la Europa del Este, también conocidos como países más allá del Telón de Acero que estaban bajo la tutela soviética desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Sociedades acostumbradas al asociacionismo y a la vida en comunidad, sus jugadores asimilaron inmediatamente ese novedoso concepto en el que primaba el trabajo en equipo sobre las individualidades, en el que todos atacaban y defendían al unísono, intercambiaban solidariamente sus posiciones y jugaban, en definitiva, todos para uno y uno para todos. Esta rápida asimilación quedó reflejada en sus clubs, con el Magdeburg y el Dynamo Kyiv alzando la Recopa de Europa (por aquel entonces la segunda competición europea) pero, tratándose de países socialistas, fueron especialmente sus selecciones, a las cuales los clubs estaban supeditados, las que brillaron con luz propia durante aquellos años.

Una de ellas fue la República Democrática Alemana (DDR según sus siglas germanas), cuya única participación en un gran torneo nos remite a la Copa del Mundo de 1974 … ¡pero menuda participación! Se trataba de un bloque monolítico, sin apenas fisuras y escasas virtudes, que pasaría a la historia por su sorprendente victoria en un partido, valga la redundancia, histórico con mayúsculas, el que fue el primer y único enfrentamiento entre las dos Alemanias, la Oriental y la Occiental, en un terreno de juego. Aquella victoria en Hamburgo, instrumentalizada por el régimen de Erich Hönecker como el triunfo del Socialismo sobre el Capitalismo, supuso arrebatar el primer puesto del grupo a la todopoderosa RFA, campeona de Europa dos años antes y que acabaría ganando el certamen. El autor del gol de la victoria, el delantero Sparwasser, fue elevado a la categoría de héroe nacional, para años depués, en una entrevista, confesar el grave perjuicio que aquel tanto supuso en su vida personal, siendo repudiado por sus conciudadanos quienes veían en él una de las causas de la perpetuación de un régimen que les privaba de todas sus libertades.


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Yugoslavia fue otro de los conjuntos que destacó durante este período. Tradicionalmente, la selección yugoslava se caracterizó por aglutinar grandes individualidades pero sin llegar a conjuntar equipos solventes. Sin embargo, la Yugoslavia de los setenta estaba en las antípodas de su imagen clásica, siendo un bloque en el que esta vez no brillaba ninguna figura de la talla de los Sekularac anteriores o los Mijatovic y Savicevic que vendrían después. La afición española recuerda especialmente los nombres de Katalinski, el central autor del gol que nos dejó fuera del Mundial de 1974 en el partido de desempate disputado en Frankfort, o el delantero Surjak, que se retiraría del fútbol en el Real Zaragoza. Yugoslavia maniató a Brasil, defensor del título, en el partido inaugural del campeonato, y acabaría incluso superando a los brasileños por gol average para alzarse con la primera posición del grupo que compartían. Dos años después el conjunto Plavi llegó a las semifinales del Campeonato de Europa de 1976, aunque esta vez hubieron de conformarse con el cuarto puesto al perder las semifinales y el partido de consolación, pese a ejercer de anfitriones de la final four de aquel torneo.


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Ahora bien, la mejor selección en la Europa del Este de los setenta, y una de las mejores del mundo, fue sin lugar a dudas Polonia. Polonia no sólo era un equipo sólido que se movía y desplegaba espectacularmente en ataque, sino que además contaba con una serie de individualidades que le permitieron llegar más lejos que ninguna de las otras selecciones mencionadas. Empezando por su portero Tomaszewski, elogiado por su gran agilidad y reflejos, que llegó a ser felicitado por un futbolista sueco al que detuvo un penalty; la seguridad atrás del central Zmuda; la finura del mediapunta Deyna, auténtico cerebro del equipo; y arriba la velocidad y potencia del zurdo Gadocha, la capacidad rematadora de Szarmach y el letal, veloz y contundente Lato, máximo goleador del certamen con 7 goles.

Con esta pléyade de estrellas no es de extrañar que Polonia dejase fuera de la Copa del Mundo por primera vez en su historia a Inglaterra, el último campeón del mundo europeo por aquel entonces, en un atónito Wembley que se frotaba los ojos incrédulo ante lo que estaba presenciando. Polonia siguió con paso firme su andadura por el campeonato eliminando a Italia, subcampeona del mundo en 1970, y superando a Argentina. Ya en la segunda fase del torneo, derrotó a suecos y yugoslavos para caer en el partido en el que se jugaban el pase a la final ante Alemania Federal, con quien se aliaron los hados tras una tremenda tromba de agua caída sobre el césped del Waldstadion de Frankfort que favoreció la mejor condición física de los alemanes por encima del mayor talento polaco.

Sin embargo, Polonia dejó una impronta imborrable en el aficionado, alzándose con el tercer puesto del campeonato al derrotar a Brasil, que defendía título. Más tarde se incorporaría al equipo Boniek, que pasaría a liderar el equipo para repetir tercera posición en el Mundial de España, lo que le valdría su fichaje por la Juventus con la que ganaría la Copa de Europa en 1985. Años después, con motivo de una entrevista antes del Mundial de Italia 1990, Paul Breitner, autor del gol del empate de Alemania Federal ante Holanda en la final de 1974, diría que ni Alemania, ni Holanda; técnicamente, el mejor equipo de aquel histórico Campeonato de Mundo de 1974 fue Polonia.


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La última selección de la que hablaremos será Checoslovaquia, el único de los equipos más allá del Telón de Acero que lograron alzar un gran trofeo. Herederos de la Escuela Danubiana, conocida por el buen trato que le daban a la pelota, el fútbol checoslovaco evolucionó con el tiempo a primar la condición física y el bloque sobre el talento. Con ambos métodos de trabajo consiguieron ser subcampeones del mundo, en 1934 primero y 1962 después, y de ellos se dijo en su tiempo que eran los más listos en esto del fútbol, puesto que rentabilizaban como nadie aquello de mínimo esfuerzo-máximo beneficio. Sea como fuere, Checoslovaquia se plantó en la final four del Campeonato de Europa de 1976 como auténtico outsider, ante potencias como Alemania Federal y Holanda, finalistas del Mundial anterior, y la anfitriona Yugoslavia. Pues bien, los checoslovacos noquearon a la Holanda de Cruyff en una electrizante prórroga por 3-1 y derrotaron en la final a los alemanes, campeones del mundo y de Europa hasta ese momento, en la primera tanda de penalties de un gran torneo que dejó para la historia aquel estilo de lanzar las penas máximas tan de moda hoy en día conocido como “penalty a la Panenka”, en honor a su lanzador, quizás el jugador más talentoso de aquel equipo.


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¿Y qué fue del hermano mayor soviético durante estos años? La URSS perdió de manera arrolladora la final del campeonato de Europa de 1972 frente a la mejor selección alemana de la historia, cuando el fútbol total aún estaba en ciernes, y se autoexcluyó de la fase final del Mundial de 1974 al negarse a viajar a Chile para jugar el partido de vuelta de la repesca intercontinental en el Estadio Nacional de Santiago, convertido en prisión política meses atrás tras el golpe de Estado de Pinochet. Esta circunstancia nos privó de ver lo que se estaba cociendo allí en el laboratorio del gran Valery Lobanovsky, que explotaría en la década de los ochenta con el Dynamo Kyiv pasando por encima del Atleti de Luís Aragonés en la final de la Recopa de 1986, y que conformaba la base de la última gran selección soviética que volvería a ser subcampeona de Europa antes de su disolución.

Años después llegaría la Perestroika, tal vez demasiado tarde para todos estos jugadores, la mayoría de los cuales no pudieron labrarse su carrera profesional en occidente, y a los que dedico este post para recordar que, en los albores del Fútbol Total, hubo un pequeño grupo de países que contribuyeron a hacer más grande, si cabe, este deporte que tanto amamos.