aguanis
21/08/2014, 11:44
Carta de un seguidor de Casillas, sí sí de un casillista, nada de los de la yihad... algo esta cambiando en la forma de pensar de muchos, o simplemente la evidencia ya no se puede ocultar durante mucho tiempo más.
Hola, Iker:
Supongo que, como es natural, no leerás esto ni por asomo. Pero aquí queda escrita esta carta abierta para tí, por si alguna vez, en el futuro, googleando sin querer, te tropiezas con ella. Esto no está escrito desde las vísceras, ni va a tener un tono agresivo o vejatorio, todo lo contrario. Si alguna vez pasas por aquí, que sepas que está escrito desde el sentimiento. Desde el sentimiento hacia ti y los tuyos, además.
El sentimiento de haber disfrutado durante muchos años, tantos como para haber perdido la cuenta sin tener que buscar en Google, de un portero legendario, mayúsculo, imperial, colosal. Un titán en el que todos nos veíamos reflejados. Un guardameta sencillo (no voy a hablar de humildad, ese término se lo han apropiado otros y tenemos un riquísimo diccionario para que nada de lo que salga de ahí nos roce siquiera tangencialmente), sereno, escudo y bandera de una entidad que era y sigue siendo la más laureada del planeta y, para colmo, con ese halo que sólo tienen los semidioses del deporte: cuanto más grande era el partido, cuantos más ojos te estaban observando, más grande te volvías tú, o al menos esa era la sensación que nos quedaba a todos, que es lo que realmente importa.
Por supuesto que he sido casillista, ¿alguien no lo ha sido, alguien no te ha defendido como si fueras parte de su familia? Desde que debutaste, en San Mamés, cualquier madridista vio que allí había un chavalín que iba a guardar la portería del Madrid con plenas garantías durante la siguiente década. Pero la década, Iker, ha pasado. Y ha pasado de largo, además. Y ahora te veo y me dueles. Como nos dueles a todo el madridismo, como supongo que te dolerá a ti mismo, porque otra cosa carecería de lógica.
Dice un proverbio hindú (fíjate hasta dónde me he tenido que ir, a la India, supongo que vía ese Londres donde nos mandan a tantos) que "la vejez comienza cuando el recuerdo es más fuerte que la esperanza". Sé de primera mano que has llegado a esta pretemporada con energías redobladas, dispuesto a pelear por el puesto de portero titular del Real Madrid como si te fuera la vida en ello, dispuesto a demostrar que Casillas seguía siendo Casillas. Competir de igual a igual, demostrarte a ti y al mundo que el último año y medio en tu club y el Mundial tan espantoso que te salió (la cruz del deporte apareció tal vez en el momento más inoportuno) no eran más que una anécdota porque Casillas, el gran Iker, estaba de vuelta. Ojalá, pensamos muchos. Ojalá porque si Iker vuelve a ser el Casillas de antaño no hay mejor portero para este club. Pero ha pasado más de un mes y estamos aún con el recuerdo, y la esperanza se nos apaga, no sé a ti.
No sé qué te pasa, Iker. Si la presión en la que te has visto envuelto este tiempo ha logrado cambiarte, si el hecho de ser padre te ha trastocado tu escala de valores o de prioridades en la vida (cosa que nos ha pasado a muchos y que sólo extrañará a los que no tienen hijos), si la edad está provocando que esas grandiosas virtudes que poseías, como los reflejos, se hayan apagado y no haya forma de darles lumbre, mientras las carencias, que antes podías tapar, de repente te han dejado desnudo ante el mundo.Tu expresión corporal denota que no estás a gusto. No que no estés a gusto, que me equivoco: que estás viviendo un calvario. ¿Merece la pena vivir sufriendo, todos los días, una y otra vez, empeñado en hacer algo para lo que a lo mejor ya no estás preparado al mismo nivel en que lo estuviste antaño? Eres Tauro, y a cabezones no nos gana nadie, pero ¿tan Tauro eres?
Quiero ver al Iker que nos emocionó a todos cuando ganamos la Liga del Clavo Ardiendo, el que celebraba como un poseso sobre el césped los goles al Mallorca sabedor de que aquello era un milagro y había sido partícipe de él, el que anteponía el club por encima de cualquier otra cosa. Pero que vuelva o no no depende de nosotros, depende exclusivamente del hijo de José Luis y Carmen. Depende de ti. Pregúntatelo, Iker. Por ti, nosotros sólo somos mirones de la situación: ¿seguir sufriendo o ser feliz? ¿En el Madrid o fuera de él? ¿Aportar como titular o desde la suplencia recuperar el espíritu de cuando llegaste, lo que tú mismo viviste, lo que te enseñaron al pisar ese vestuario, que a su vez habían aprendido de otros, y hacer que todos los nuevos, canteranos o no, se empapen de madridismo para que sepan respetar a esta entidad que tanto te ha dado, que tanto nos ha dado a todos los que sentimos ese escudo?
Porque eso, Iker, con independencia de las respuestas que puedas darte, es el mejor legado que puedes regalar: mucho mejor que tus Champions, tus Ligas y todos tus demás títulos. Tu madridismo, Iker. Y sólo desde ahí, apoyándote en él, en tu madridismo digo, podrás superar este pozo. Agárrate a él, elude las presiones que te rodean, toma una decisión y escapa del agujero. Elijas el camino que elijas, habrás acertado. No lo dudes. Pero tienes que hacerlo y decidir para dejar de sufrir. ¿Quieres que tu hijo recuerde a su padre atormentado e infeliz? Seguro que la respuesta es "no".
Si lo has leído, gracias. Si no lo lees nunca, gracias igualmente.
Miguel Queipo de Llano
Hola, Iker:
Supongo que, como es natural, no leerás esto ni por asomo. Pero aquí queda escrita esta carta abierta para tí, por si alguna vez, en el futuro, googleando sin querer, te tropiezas con ella. Esto no está escrito desde las vísceras, ni va a tener un tono agresivo o vejatorio, todo lo contrario. Si alguna vez pasas por aquí, que sepas que está escrito desde el sentimiento. Desde el sentimiento hacia ti y los tuyos, además.
El sentimiento de haber disfrutado durante muchos años, tantos como para haber perdido la cuenta sin tener que buscar en Google, de un portero legendario, mayúsculo, imperial, colosal. Un titán en el que todos nos veíamos reflejados. Un guardameta sencillo (no voy a hablar de humildad, ese término se lo han apropiado otros y tenemos un riquísimo diccionario para que nada de lo que salga de ahí nos roce siquiera tangencialmente), sereno, escudo y bandera de una entidad que era y sigue siendo la más laureada del planeta y, para colmo, con ese halo que sólo tienen los semidioses del deporte: cuanto más grande era el partido, cuantos más ojos te estaban observando, más grande te volvías tú, o al menos esa era la sensación que nos quedaba a todos, que es lo que realmente importa.
Por supuesto que he sido casillista, ¿alguien no lo ha sido, alguien no te ha defendido como si fueras parte de su familia? Desde que debutaste, en San Mamés, cualquier madridista vio que allí había un chavalín que iba a guardar la portería del Madrid con plenas garantías durante la siguiente década. Pero la década, Iker, ha pasado. Y ha pasado de largo, además. Y ahora te veo y me dueles. Como nos dueles a todo el madridismo, como supongo que te dolerá a ti mismo, porque otra cosa carecería de lógica.
Dice un proverbio hindú (fíjate hasta dónde me he tenido que ir, a la India, supongo que vía ese Londres donde nos mandan a tantos) que "la vejez comienza cuando el recuerdo es más fuerte que la esperanza". Sé de primera mano que has llegado a esta pretemporada con energías redobladas, dispuesto a pelear por el puesto de portero titular del Real Madrid como si te fuera la vida en ello, dispuesto a demostrar que Casillas seguía siendo Casillas. Competir de igual a igual, demostrarte a ti y al mundo que el último año y medio en tu club y el Mundial tan espantoso que te salió (la cruz del deporte apareció tal vez en el momento más inoportuno) no eran más que una anécdota porque Casillas, el gran Iker, estaba de vuelta. Ojalá, pensamos muchos. Ojalá porque si Iker vuelve a ser el Casillas de antaño no hay mejor portero para este club. Pero ha pasado más de un mes y estamos aún con el recuerdo, y la esperanza se nos apaga, no sé a ti.
No sé qué te pasa, Iker. Si la presión en la que te has visto envuelto este tiempo ha logrado cambiarte, si el hecho de ser padre te ha trastocado tu escala de valores o de prioridades en la vida (cosa que nos ha pasado a muchos y que sólo extrañará a los que no tienen hijos), si la edad está provocando que esas grandiosas virtudes que poseías, como los reflejos, se hayan apagado y no haya forma de darles lumbre, mientras las carencias, que antes podías tapar, de repente te han dejado desnudo ante el mundo.Tu expresión corporal denota que no estás a gusto. No que no estés a gusto, que me equivoco: que estás viviendo un calvario. ¿Merece la pena vivir sufriendo, todos los días, una y otra vez, empeñado en hacer algo para lo que a lo mejor ya no estás preparado al mismo nivel en que lo estuviste antaño? Eres Tauro, y a cabezones no nos gana nadie, pero ¿tan Tauro eres?
Quiero ver al Iker que nos emocionó a todos cuando ganamos la Liga del Clavo Ardiendo, el que celebraba como un poseso sobre el césped los goles al Mallorca sabedor de que aquello era un milagro y había sido partícipe de él, el que anteponía el club por encima de cualquier otra cosa. Pero que vuelva o no no depende de nosotros, depende exclusivamente del hijo de José Luis y Carmen. Depende de ti. Pregúntatelo, Iker. Por ti, nosotros sólo somos mirones de la situación: ¿seguir sufriendo o ser feliz? ¿En el Madrid o fuera de él? ¿Aportar como titular o desde la suplencia recuperar el espíritu de cuando llegaste, lo que tú mismo viviste, lo que te enseñaron al pisar ese vestuario, que a su vez habían aprendido de otros, y hacer que todos los nuevos, canteranos o no, se empapen de madridismo para que sepan respetar a esta entidad que tanto te ha dado, que tanto nos ha dado a todos los que sentimos ese escudo?
Porque eso, Iker, con independencia de las respuestas que puedas darte, es el mejor legado que puedes regalar: mucho mejor que tus Champions, tus Ligas y todos tus demás títulos. Tu madridismo, Iker. Y sólo desde ahí, apoyándote en él, en tu madridismo digo, podrás superar este pozo. Agárrate a él, elude las presiones que te rodean, toma una decisión y escapa del agujero. Elijas el camino que elijas, habrás acertado. No lo dudes. Pero tienes que hacerlo y decidir para dejar de sufrir. ¿Quieres que tu hijo recuerde a su padre atormentado e infeliz? Seguro que la respuesta es "no".
Si lo has leído, gracias. Si no lo lees nunca, gracias igualmente.
Miguel Queipo de Llano