PDA

Ver versión completa : Real Madrid : 'Un equipo que arrastre a las multitudes'



Luccas
30/04/2014, 12:35
'Un equipo que arrastre a las multitudes'

"Ya me preguntaron si teníamos pensado cuánto les daríamos de prima y ya respondí que lo primero que haría sería arrojarles el sombrero al campo". Y así voló el tocado de Santiago Bernabéuaquella noche del 13 de junio de 1956 en el Parque de los Príncipes, bajo los primeros focos de la televisión, para delirio de casi 5.000 españoles, entre emigrantes y exiliados, que ya tenían cansados sus pañuelos de tanto flamear.
Se vaciaban las gradas y en los pupitres de prensa se dictaron por teléfono las últimas y apresuradas crónicas. Hablaban de la primera Copa de Europa del Real Madrid, de un partido que tuvo ganado dos veces el Stade de Reims, del decisivo 4-3 de Héctor Rial, argentino de padres españoles, estrella en San Lorenzo de Almagro y fichado dos años antes por recomendación de Alfredo di Stéfano. Repicaban los ecos de todo aquello cuando Miguel Muñoz, el '4' zurcido bajo esos hombros cargados, alzó el trofeo en París.
[Only registered and activated users can see links] primer Real Madrid campeón de Europa, en 1956. EL MUNDO


Bernabéu no se dejaba llevar por el júbilo. "Nuestros planes son muy ambiciosos. Tenemos que formar un equipo que arrastre a las multitudes", adelantó al día siguiente en Barajas, casi en la escalerilla del avión. En realidad, antes de la final, ya tenía cerrado el acuerdo con Raymond Kopa, el mejor jugador rival, un delantero tan fino y astuto como para merecer el apodo de Napoleón del fútbol. El presidente echaba sus cuentas. Cada socio abonaba una cuota anual de 25 pesetas. El sueldo de Di Stéfano se acercaba ya al millón y medio, más del doble de su primer contrato.
Eran los albores del fútbol moderno, el germen de un Madrid de leyenda, que enlazó otras cuatro Copas de Europa del tirón. Siempre bajo la batuta de Di Stéfano, con Paco Gento, Luis Molowny yFerenc Puskas, un coronel del ejército húngaro en la reserva, un apátrida del fútbol que debió adelgazar 12 kilos y perder dos años en el pasaporte antes de pisar Chamartín. "Maneja la bola con la izquierda mejor que yo con la mano", diagnosticó Di Stéfano, descargado ya de la responsabilidad rematadora tras sus 40 goles en 41 partidos de la temporada anterior.
Se entendían con los ojos cerrados, porque tras cada entrenamiento también habían compartido cañas con gaseosa en El Chiquifrú y más de una tertulia en el Hotel Velázquez. Entre ambos rubricaron la obra maestra, la final de 1960 en Hampden Park, un 7-3 al Eintracht que en el 0-4 de Múnich encontró algo así como un parangón. Habrá que ver si, como entonces, la BBC decide reponer el partido cada Navidad.
'Menos jugar al fútbol, que elija'Entonces, a los ingleses no les quedaba sino admitir lo evidente. En 1954, el Daily Mail había proclamado al Wolverhampton Wanderers, como el "mejor equipo del mundo". Sonó a fanfarronada y provocó una reacción en cadena en el continente. La réplica de L'Equipe, conGabriel Hanot a la cabeza, consistió en impulsar, en colaboración con la incipiente UEFA, un torneo como vara de medida. El Madrid se encargó del resto.
A los cinco títulos añadió las finales perdidas de 1962 (Benfica) y 1964 (Inter). Aquel 3-1 en el Prater contra el equipo de Helenio Herrera supuso el final de una era y la traumática salida de Di Stéfano, enfrentado por entonces con Miguel Muñoz. "El Músico nos está metiendo plomo en las botas con tanta tranquilidad", comentaba con acidez aquellos días sobre su técnico y antiguo compañero, que había recibido de Bernabéu el encargo de una lista negra con siete bajas. Di Stéfano, a punto de cumplir 39 años, no se libraba de la purga. "Ocúpate de Alfredo. Dile que tiene el puesto que quiera. Menos jugar al fútbol, que elija", advirtió el presidente a Raimundo Saporta, su mano derecha. Todo fue en vano. Tras 11 temporadas, La Saeta abandonaba el club y firmaba por el Español, entonces dirigido por su amigo Ladislao Kubala. Se abría una nueva etapa.
[Only registered and activated users can see links] novena Copa de Europa, en 2002, en Glasgow. EL MUNDO


Grosso, 21 años, heredó el 9 de Di Stéfano. Pirri, 19, tomó el mando del centro del campo junto a Velázquez (22) y Amancio (25). Un relevo generacional para lo que vino a denominarse Madrid ye-ye, campeón de La Sexta en 1966. Un once sin un solo extranjero capitaneado por Gento (32 años), el único superviviente de los viejos tiempos, el único futbolista de la historia con seis orejonas en su hoja de servicios. Santamaría (36) y Puskas (41) contemplaron desde el banquillo de Heysel el decisivo gol de Serena al Partizán (2-1). Ese equipo también alzó las tres ligas siguientes, aunque cayó con estrépito ante el Rapid de Viena en octavos de la Copa de Europa de 1969. Severísimo revés, ya que la final se disputaba ese año en Chamartín.
El fútbol, cada vez más físico, evolucionaba deprisa. Quizá demasiado, quizá no siempre para bien. El flaco Johan Cruyff y el soberbio Franz Beckenbauer iniciaban su reinado. También Carlos Bilardo y Salvador Zubeldía. Por un lado, la elegancia de Ajax y el poderío del Bayern; por otro, la violencia y la competitividad desmedida de Estudiantes de La Plata. "Hoy es un delito perder un partido. De ahí que se amontonen tíos defendiendo su portería y desmereciendo el espectáculo", comentaba Bernabéu en una de sus últimas entrevistas. El 2 de junio de 1978 fallecía, víctima de un cáncer, el hombre para quien esa zamarra blanca podía mancharse "con barro, sudor y sangre, pero nunca con vergüenza". Ya eran muchos años sin Copas de Europa. Y aún quedaba lo peor.
La final de 1981 entregada al Liverpool (1-0) sólo representó la mitad de la travesía por el desierto. El recientemente desaparecido Boskovdirigía un conjunto con carácter (Camacho, Stielike, Juanito) pero justito de talento y con una defensa que hizo leyenda de su contundencia (García Cortés, García Navajas, Sabido). El nuevo impulso lo aportaría la Quinta del Buitre, en las antípodas estéticas y emocionales, desparramando clase y adoleciendo de competitividad. La gente hacía bromas por la calle con semejante maldición.
Así, hasta el 20 de mayo de 1998 y la acción de Mijatovic antePeruzzi, Montero y Pessotto. El gol más importante en el último medio siglo del club. Si alguien quería más color en la paleta, dos títulos más en cuatro años. Raúl y Redondo borraron del mapa al Valencia en Saint-Denis desde las fanfarrias del himno. Y Zidane concibió la volea más bella en Glasgow, donde Casillas se ganaba su bendita reputación con tres paradas ante Basturk y Berbatov. En la cena de gala, el desdichado César, con el pie izquierdo en alto, no sabía dónde mirar. Una de esas tragedias personales que también forjan la leyenda blanca en la Copa de Europa