titojose54
09/12/2012, 23:23
El colombiano tritura sin contemplaciones al Deportivo con cinco goles, y se coloca segundo en el Trofeo Pichichi detrás de Lionen Messi.
El Atlético De Madrid tiene una joya de dimensiones siderales. Falcao materializó una de esas exhibiciones que se recordarán siempre en el Calderón y que se transmiten de una generación a otra. Cinco goles al Deportivo en toda la gama que despliega este futbolista único.
El colombiano machacó al Deportivo sin contemplaciones en una secuencia infinita. De penalti, en jugada invidual, de cabeza, desde fuera del área, al contragolpe. Falcao lo bordó y el Atléti, que jugó muy bien, se recompone después de dos derrotas.
El Calderón despliega sus liturgias como si el tiempo nunca pasase para sus aficionados. El ramo de flores de la señora de Pantic, el vuelo furibundo de bufandas en el fondo sur antes del partido, el entusiasmo ilimitado de una hinchada que siempre cree y eco del ánimo convertido en aullido global con su equipo en el campo. Saltó el Atlético a la hierba y se sintió arropado, cómodo, al calor del hogar, dulce hogar.
Salió el Depor con precaución equidistante al miedo, la misma fe de su hinchada en el anfiteatro norte, pero un equipo paralizado, sin fuelle, timorato, escaso ante un Atlético De Madrid que reclamó de nuevo su tarjeta de combatiente. En once minutos había armado el Atlético De Madrid tres aproximaciones frente a Aranzubia, sin que mediase dentellada alguna de parte de los defensores gallegos. Demasiada flojera ante un equipo que juega con el pañuelo anudado a la cabeza.
La duda se desvaneció muy pronto del Calderón. Dos derrotas podían generar incertidumbre, paso atrás y siseo en la grada. Godín, Filipe y Mario Suárez empujaron hacia adelante, siempre una pierna en gestión molesta, el cuerpo encima, el salto o el brazo. El equipo colchonero reaccionó con empaque al obstáculo de la derrota, que en otro tiempo hubiera alterado los biorritmos del club.
Se estiró con fe el Atlético De Madrid y en el minuto 22 tocó pelo, los guiños del destino, en un laborioso cabezazo de Diego Costa. La confianza de Simeone, esa actitud pública de apoyo a un jugador tendente a la bronca que se podía haber ofuscado, se vio recompensada por el gol.
El Dépor tuvo el empate en un cabezazo solitario de Valerón que impactó en el palo. A partir de ese momento, el conjunto gallego no supo qué hacer con el partido: si perseguir la igualada con determinación o mitigar más golpes. En el balance de posibilidades, el Atlético lo machacó sin contemplaciones. Lo hizo Falcao, siempre expansivo con el gol a la vista. Atornilló al Dépor en una contragolpe que surgió a la segunda, en un certero pase de Koke -cada día mejor futbolista- que aprovechó el colombiano desde un lateral: tres toques, la mirada al arco y el balón a la cazuela.
Fue un aluvión el Atlético De Madrid en ese tramo de KO a la vista para el Deportivo. Jugó con mucha destreza y finura la línea de creación -Koke, Arda y Diego Costa-, apoyados por una defensa muy segura en la renqueó por la derecha Juanfran. A cuatro minutos del descanso, Falcao extrajo oro de la nada. Un saque de banda por la izquierda, la media vuelta, el portería en la cabeza, el derechazo de aúpa y el tercero en la cuenta de Aranzubia.
Lo que vino a continuación fue un recital que agotó adjetivos. Falcao succionó las cenizas del Deportivo con hambre, clase y esa fiereza que lo identifica. Empezó con un penalti que provocó él mismo: suave toque a la izquierda del portero, previa visión panorámica del movimiento del rival. Siguió con una acometida de tigre. No entraba el contragolpe gestado por Adrián y rematado por Arda y allí apareció, felino e implacable, Falcao para lanzarse en tromba de cabeza mientras el enemigo miraba.
Y clausuró su festival en un monólogo. Roderik no proporcionó debida respuesta al balón dividido por la izquierda, Falcao olisqueó el miedo y trituró a la presa. Recorte con la izquierda, el adversario al piso y el derechazo inapelable, conciso, a la red. El Deportivo languideció ante un futbolista superior, de perfil único, que el Calderón disfruta mientras puede y que vuela libre y feliz en un club que lo adora y cuya afición se resiste a dejarlo marchar como tantas veces sucedió antes.[Only registered and activated users can see links]
Fuente: J.Carabias.
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Falcao celebra uno de sus zarpazos.
El Atlético De Madrid tiene una joya de dimensiones siderales. Falcao materializó una de esas exhibiciones que se recordarán siempre en el Calderón y que se transmiten de una generación a otra. Cinco goles al Deportivo en toda la gama que despliega este futbolista único.
El colombiano machacó al Deportivo sin contemplaciones en una secuencia infinita. De penalti, en jugada invidual, de cabeza, desde fuera del área, al contragolpe. Falcao lo bordó y el Atléti, que jugó muy bien, se recompone después de dos derrotas.
El Calderón despliega sus liturgias como si el tiempo nunca pasase para sus aficionados. El ramo de flores de la señora de Pantic, el vuelo furibundo de bufandas en el fondo sur antes del partido, el entusiasmo ilimitado de una hinchada que siempre cree y eco del ánimo convertido en aullido global con su equipo en el campo. Saltó el Atlético a la hierba y se sintió arropado, cómodo, al calor del hogar, dulce hogar.
Salió el Depor con precaución equidistante al miedo, la misma fe de su hinchada en el anfiteatro norte, pero un equipo paralizado, sin fuelle, timorato, escaso ante un Atlético De Madrid que reclamó de nuevo su tarjeta de combatiente. En once minutos había armado el Atlético De Madrid tres aproximaciones frente a Aranzubia, sin que mediase dentellada alguna de parte de los defensores gallegos. Demasiada flojera ante un equipo que juega con el pañuelo anudado a la cabeza.
La duda se desvaneció muy pronto del Calderón. Dos derrotas podían generar incertidumbre, paso atrás y siseo en la grada. Godín, Filipe y Mario Suárez empujaron hacia adelante, siempre una pierna en gestión molesta, el cuerpo encima, el salto o el brazo. El equipo colchonero reaccionó con empaque al obstáculo de la derrota, que en otro tiempo hubiera alterado los biorritmos del club.
Se estiró con fe el Atlético De Madrid y en el minuto 22 tocó pelo, los guiños del destino, en un laborioso cabezazo de Diego Costa. La confianza de Simeone, esa actitud pública de apoyo a un jugador tendente a la bronca que se podía haber ofuscado, se vio recompensada por el gol.
El Dépor tuvo el empate en un cabezazo solitario de Valerón que impactó en el palo. A partir de ese momento, el conjunto gallego no supo qué hacer con el partido: si perseguir la igualada con determinación o mitigar más golpes. En el balance de posibilidades, el Atlético lo machacó sin contemplaciones. Lo hizo Falcao, siempre expansivo con el gol a la vista. Atornilló al Dépor en una contragolpe que surgió a la segunda, en un certero pase de Koke -cada día mejor futbolista- que aprovechó el colombiano desde un lateral: tres toques, la mirada al arco y el balón a la cazuela.
Fue un aluvión el Atlético De Madrid en ese tramo de KO a la vista para el Deportivo. Jugó con mucha destreza y finura la línea de creación -Koke, Arda y Diego Costa-, apoyados por una defensa muy segura en la renqueó por la derecha Juanfran. A cuatro minutos del descanso, Falcao extrajo oro de la nada. Un saque de banda por la izquierda, la media vuelta, el portería en la cabeza, el derechazo de aúpa y el tercero en la cuenta de Aranzubia.
Lo que vino a continuación fue un recital que agotó adjetivos. Falcao succionó las cenizas del Deportivo con hambre, clase y esa fiereza que lo identifica. Empezó con un penalti que provocó él mismo: suave toque a la izquierda del portero, previa visión panorámica del movimiento del rival. Siguió con una acometida de tigre. No entraba el contragolpe gestado por Adrián y rematado por Arda y allí apareció, felino e implacable, Falcao para lanzarse en tromba de cabeza mientras el enemigo miraba.
Y clausuró su festival en un monólogo. Roderik no proporcionó debida respuesta al balón dividido por la izquierda, Falcao olisqueó el miedo y trituró a la presa. Recorte con la izquierda, el adversario al piso y el derechazo inapelable, conciso, a la red. El Deportivo languideció ante un futbolista superior, de perfil único, que el Calderón disfruta mientras puede y que vuela libre y feliz en un club que lo adora y cuya afición se resiste a dejarlo marchar como tantas veces sucedió antes.[Only registered and activated users can see links]
Fuente: J.Carabias.
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Falcao celebra uno de sus zarpazos.