soиікo
05/10/2012, 02:58
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La Canarinha es a día de hoy la duodécima mejor selección del mundo según el Ranking FIFA, que si bien nunca ha gozado de credibilidad elemental, sí que implica un parámetro ajenamente penoso para el Penta.
Analicemos. La constelación reina del Manchester es británica-holandesa. Las piezas más valiosas en la colección del City nacieron en España, Costa de Marfil y Argentina. La joya del Bayern es francesa, en la Juve manda un chileno y el mejor del Chelsea es belga. La figura del Barça es argentino y el dios del Madrid, portugués. Así que por primera vez en la historia del futbol ninguno de los grandes depende de un brasileño. Colmo entre los colmos: la estrella del momento se llama Falcao… ¡y ni con ese apellido salió brasileiro!
Inmadura y enferma, nunca la Seleçao le rindió semejante honor a sus colores: demasiado verde, preocupantemente amarelha. Hoy cualquiera juega en el Scratch. Sabrán de qué hablo si son lo suficientemente viejos como para recordar a Elber y a Jardel: delanteros de época que apuntaron siempre a las redes, pero carecieron del tino para nacer 15 años después y competir por el puesto con niñatos de carne y hueso, en lugar de fenómenos de dibujos animados.
Erre con erre. De Ronaldo y Romario a Rivaldo y Ronaldinho, pasando por Roberto Carlos. Si tuvieran dignidad Ramires y Robinho renunciarían ahora mismo a portar su letra mayúscula.
Brasil encara su Copa del Mundo en el periodo futbolístico menos idóneo jamás imaginado, como ya le ocurrió a la palurda generación alemana de 2006. Quienes se regodean pensando en una representación moderna del Maracanazo en el próximo Mundial están perdidos. Para empezar, a Maracaná entraban 200 mil personas… lo que quedó de ese estadio son mariconadas. Luego, para reeditar una tragedia de ese calibre sería menester que Brasil llegara a la final. Y no hay manera. Esta vez el verdadero Maracanazo sería que el anfitrión lograra alzar una copa imposible.
Les diría que estamos ante la peor selección brasileña de todos los tiempos, pero a veces no digo mentiras. Era aún más nefasta la de 2001: la que perdió ante Honduras en Copa América, la que empató con Canadá y fue derrotada por Australia en Copa Confederaciones. La que era tan, pero tan mala que acabó ganando todos sus partidos en el Mundial de Corea y Japón.
La Canarinha es a día de hoy la duodécima mejor selección del mundo según el Ranking FIFA, que si bien nunca ha gozado de credibilidad elemental, sí que implica un parámetro ajenamente penoso para el Penta.
Analicemos. La constelación reina del Manchester es británica-holandesa. Las piezas más valiosas en la colección del City nacieron en España, Costa de Marfil y Argentina. La joya del Bayern es francesa, en la Juve manda un chileno y el mejor del Chelsea es belga. La figura del Barça es argentino y el dios del Madrid, portugués. Así que por primera vez en la historia del futbol ninguno de los grandes depende de un brasileño. Colmo entre los colmos: la estrella del momento se llama Falcao… ¡y ni con ese apellido salió brasileiro!
Inmadura y enferma, nunca la Seleçao le rindió semejante honor a sus colores: demasiado verde, preocupantemente amarelha. Hoy cualquiera juega en el Scratch. Sabrán de qué hablo si son lo suficientemente viejos como para recordar a Elber y a Jardel: delanteros de época que apuntaron siempre a las redes, pero carecieron del tino para nacer 15 años después y competir por el puesto con niñatos de carne y hueso, en lugar de fenómenos de dibujos animados.
Erre con erre. De Ronaldo y Romario a Rivaldo y Ronaldinho, pasando por Roberto Carlos. Si tuvieran dignidad Ramires y Robinho renunciarían ahora mismo a portar su letra mayúscula.
Brasil encara su Copa del Mundo en el periodo futbolístico menos idóneo jamás imaginado, como ya le ocurrió a la palurda generación alemana de 2006. Quienes se regodean pensando en una representación moderna del Maracanazo en el próximo Mundial están perdidos. Para empezar, a Maracaná entraban 200 mil personas… lo que quedó de ese estadio son mariconadas. Luego, para reeditar una tragedia de ese calibre sería menester que Brasil llegara a la final. Y no hay manera. Esta vez el verdadero Maracanazo sería que el anfitrión lograra alzar una copa imposible.
Les diría que estamos ante la peor selección brasileña de todos los tiempos, pero a veces no digo mentiras. Era aún más nefasta la de 2001: la que perdió ante Honduras en Copa América, la que empató con Canadá y fue derrotada por Australia en Copa Confederaciones. La que era tan, pero tan mala que acabó ganando todos sus partidos en el Mundial de Corea y Japón.