titojose54
30/09/2012, 19:34
Probablemente los más viejos del lugar recuerden la última vez que el Valladolid hizo seis goles en Zorrilla.
Fué en un partido contra el Tenerife, en Primera. En aquel Valladolid jugaba Gabi Moya y el Tenerife estaba entrenado por Solari. Aquel encuentro y el de este domingo en Zorrilla tienen muchas similitudes. En ambos se adelantaron los visitantes y en ambos el Pucela desencuadernó por completo al rival. Ante los isleños fue por culpa del entrenador argentino, que al adelantarse retrasó líneas y mató a su equipo. Ahora ha sido la capacidad del equipo para cambiar.
El planteamiento de Djukic fue magnífico, de consumado estratega, de general curtido en mil batallas. Cuando todos esperan una cosa, él hizo todo lo contrario. Tuvo la cintura necesaria para cambiar la manera de jugar del equipo y, sobre todo, tuvo el especial mérito de conseguir convencer a sus futbolistas. Supo inculcarles la idea de que para ganar era necesario, esta vez sí, hacer las cosas de otro modo. Y ni el gol inicial de Chori Domínguez le hizo dudar de sus disposición táctica. Con el Rayo defendiendo con tres centrales y con los laterales poco apoyados por los interiores, Djukic tuvo claro que la llave que abría la consigna rayista era balón largo sobre Manucho y continuación a cargo de Óscar. Y así fue. Tal cual,durante la semana no sabiamos si jugaría Javi Guerra o Alberto manucho, se decidio por este último y hasta el minuto 70 cambió su juego de toque para jugar al pase largo buscando a este jugador que era la referencia arriba y acertó, a partir del minuto setenta volvio el Real Valladolid a jugar como nos tiene acostumbrado juego al toque desde la zona de iniciación hasta la de finalización.
Porque lo del partido de Zorrilla ha sido un encuentro muy raro. Para empezar los de Vallecas marcan en un balón largo sobre Domínguez que pilla a Sereno y Rueda pensando que es el otro el que ha fijado la marca. No es el estilo de los de Jemez, sin duda. Pero, hete aquí, que minutos después Manucho pesca un balón largo de Jaime, se la da a Óscar, el salmantino a Bueno y empate. Primera señal de que el laboratorio del cuerpo técnico pucelano había hecho los deberes. Y más cuando minutos después un balón robado por Balenziaga se convierte en un pase en profundidad de Bueno sobre Manucho, la apertura del angoleño a Óscar, el centro del media punta y el remate a la red del africano. Segunda llegada, segundo gol. Y todo porque los interiores del Rayo no ayudaban a los laterales.
El Real Valladolid tenía claro qué debía de hacer, así que nuevo balón largo, nueva prolongación de Manucho y ahora es Óscar el que se planta solo ante Rubén. 3-1. La autopista hacia el cielo en que se había convertido la defensa del Rayo no podía ser desaprovechada. Y no lo fue claro. Recuperación en campo propio, pase profundo sobre Omar, que espera la llegada de Antonio 'la moto' Rukavina. Pase suave y al sitio y el serbio que parte la pelota y la aloja en la red. 4-1. Y el Valladolid sin ser el Valladolid, sin tocar mucho, sin echar mano de la paciencia.
La segunda parte fue más de lo mismo, pero con un añadido interesante: el equipo local si fue él. Renunció al juego en largo, se fajó en la pelea por la presión y la recuperación y jugó con el marcador, con su superioridad anímica y con la depresión en la que estaban sumidos los rayistas. De ese espíritu ganador y de trabajo, por ejemplo, nació el quinto gol. Un robo de Óscar justo sobre la línea del centro del campo, un pase a Manucho un toque profundo del delantero y el salmantino solo ante Rubén. Y si el empresario de la media punta está solo ante el portero, raro es que no saque de centro el equipo rival.
El quinto tanto puso el partido en el tono que se esperaba. Nadie confiaba ya en una remonatda, ni los de Madrid, a pesar de que lo seguían intentando. Paco Jémez debió pensar que era más interesante marcar el segundo y recuperar autoestima que encajar el sexto. Total, debió pensar, cinco que seis no tiene diferencia alguna. Y, claro, lo encajó. Un corner mal sacado, un despeje, Bueno que se la da a Óscar en el centro del campo, Óscar que da la pausa necesaria para permitir la llegada de Ebert y balón cruzado dentro del área del alemán para el de Angola.
El tanto que cerraba la cuenta fue el resumen de 90 minutos. El Valladolid estuvo a gusto, tuvo claro siempre lo que debía hacer y cómo debía hacerlo. Y lo ejecutó.
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Alvaro Rubio.
Fué en un partido contra el Tenerife, en Primera. En aquel Valladolid jugaba Gabi Moya y el Tenerife estaba entrenado por Solari. Aquel encuentro y el de este domingo en Zorrilla tienen muchas similitudes. En ambos se adelantaron los visitantes y en ambos el Pucela desencuadernó por completo al rival. Ante los isleños fue por culpa del entrenador argentino, que al adelantarse retrasó líneas y mató a su equipo. Ahora ha sido la capacidad del equipo para cambiar.
El planteamiento de Djukic fue magnífico, de consumado estratega, de general curtido en mil batallas. Cuando todos esperan una cosa, él hizo todo lo contrario. Tuvo la cintura necesaria para cambiar la manera de jugar del equipo y, sobre todo, tuvo el especial mérito de conseguir convencer a sus futbolistas. Supo inculcarles la idea de que para ganar era necesario, esta vez sí, hacer las cosas de otro modo. Y ni el gol inicial de Chori Domínguez le hizo dudar de sus disposición táctica. Con el Rayo defendiendo con tres centrales y con los laterales poco apoyados por los interiores, Djukic tuvo claro que la llave que abría la consigna rayista era balón largo sobre Manucho y continuación a cargo de Óscar. Y así fue. Tal cual,durante la semana no sabiamos si jugaría Javi Guerra o Alberto manucho, se decidio por este último y hasta el minuto 70 cambió su juego de toque para jugar al pase largo buscando a este jugador que era la referencia arriba y acertó, a partir del minuto setenta volvio el Real Valladolid a jugar como nos tiene acostumbrado juego al toque desde la zona de iniciación hasta la de finalización.
Porque lo del partido de Zorrilla ha sido un encuentro muy raro. Para empezar los de Vallecas marcan en un balón largo sobre Domínguez que pilla a Sereno y Rueda pensando que es el otro el que ha fijado la marca. No es el estilo de los de Jemez, sin duda. Pero, hete aquí, que minutos después Manucho pesca un balón largo de Jaime, se la da a Óscar, el salmantino a Bueno y empate. Primera señal de que el laboratorio del cuerpo técnico pucelano había hecho los deberes. Y más cuando minutos después un balón robado por Balenziaga se convierte en un pase en profundidad de Bueno sobre Manucho, la apertura del angoleño a Óscar, el centro del media punta y el remate a la red del africano. Segunda llegada, segundo gol. Y todo porque los interiores del Rayo no ayudaban a los laterales.
El Real Valladolid tenía claro qué debía de hacer, así que nuevo balón largo, nueva prolongación de Manucho y ahora es Óscar el que se planta solo ante Rubén. 3-1. La autopista hacia el cielo en que se había convertido la defensa del Rayo no podía ser desaprovechada. Y no lo fue claro. Recuperación en campo propio, pase profundo sobre Omar, que espera la llegada de Antonio 'la moto' Rukavina. Pase suave y al sitio y el serbio que parte la pelota y la aloja en la red. 4-1. Y el Valladolid sin ser el Valladolid, sin tocar mucho, sin echar mano de la paciencia.
La segunda parte fue más de lo mismo, pero con un añadido interesante: el equipo local si fue él. Renunció al juego en largo, se fajó en la pelea por la presión y la recuperación y jugó con el marcador, con su superioridad anímica y con la depresión en la que estaban sumidos los rayistas. De ese espíritu ganador y de trabajo, por ejemplo, nació el quinto gol. Un robo de Óscar justo sobre la línea del centro del campo, un pase a Manucho un toque profundo del delantero y el salmantino solo ante Rubén. Y si el empresario de la media punta está solo ante el portero, raro es que no saque de centro el equipo rival.
El quinto tanto puso el partido en el tono que se esperaba. Nadie confiaba ya en una remonatda, ni los de Madrid, a pesar de que lo seguían intentando. Paco Jémez debió pensar que era más interesante marcar el segundo y recuperar autoestima que encajar el sexto. Total, debió pensar, cinco que seis no tiene diferencia alguna. Y, claro, lo encajó. Un corner mal sacado, un despeje, Bueno que se la da a Óscar en el centro del campo, Óscar que da la pausa necesaria para permitir la llegada de Ebert y balón cruzado dentro del área del alemán para el de Angola.
El tanto que cerraba la cuenta fue el resumen de 90 minutos. El Valladolid estuvo a gusto, tuvo claro siempre lo que debía hacer y cómo debía hacerlo. Y lo ejecutó.
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Alvaro Rubio.