PDA

Ver versión completa : Cuando Zé Mario se inventó a Mourinho



Shark Gutierrez
11/11/2010, 00:15
Frank Lampard, futbolista internacional inglés y estrella del Chelsea, miraba estupefacto su teléfono, sonreía y no sabía bien qué responder. Era verano del año 2004 y acababa de conocer a su nuevo entrenador, un joven portugués con flequillo de galán que aterrizaba en Londres días después de haber ganado inesperadamente una Liga de Campeones con el Oporto. En la sala de prensa del club y vestido con un traje oscuro sin corbata, aquel muchacho moreno y serio parecía apocado, como si estuviera asustado por haber entrado de repente en un deslumbrante mundo de libras esterlinas, estrellas mundiales, egos desmesurados e instalaciones aristocráticas. Hasta que le llegó el turno de presentarse y responder a las preguntas incisivas de los periodistas ingleses, que, siempre un poco puñeteros, dudaban de su experiencia y de su currículum. Entonces, tranquilamente, bien erguido en su silla, sin alzar la voz ni mover un músculo, soltó:
-No quisiera parecer arrogante, pero es que yo no soy uno más del montón. Yo soy alguien especial.
Dos minutos más tarde, el móvil de Frank Lampard comenzaba a hervir. Varios compañeros suyos de la selección inglesa le estaban enviando el mismo mensaje:
-¿Has visto a tu nuevo jefe en la tele? ¿Quién coño se cree que es?
Seis años después, aquella pregunta que Lampard no supo responder sigue obsesionando a futbolistas, dirigentes, periodistas y aficionados en general. Nadie tiene una respuesta convincente. Quienes le tratan de cerca descubren a un Mourinho cariñoso, detallista, simpático y de trato muy agradable; quienes sólo le juzgan por su imagen pública ven a un tipo grosero, buscapleitos, retador y chulo hasta la caricatura. Pero, ¿puede alguien mantener esta doble vida, tan opuesta y resonante, sin que peligre su estabilidad emocional? ¿Hasta qué punto el actual entrenador del Real Madrid es un personaje, un frankenstein, una creación artificial de José Mario dos Santos Félix Mourinho, nacido en Setúbal (Portugal) el 26 de enero de 1963? Si planteáramos esta pregunta en un congreso de psicoanalistas, los asistentes probablemente se frotarían las manos, cogerían sus libretas y nos aconsejarían acudir de inmediato a la infancia del protagonista.





Una comida de Navidad

Zé Mario, como le llamaban en casa, vivió sus primeros años con un balón en los pies y varios libros sobre la mesa. Hijo de Félix, portero internacional de fútbol, y de María Julia, profesora de portugués, Zé era un muchacho aplicado y trabajador que cumplía en el colegio y que disfrutaba jugando con sus compañeros en los patios de Setúbal. Un chaval corriente que siempre pedía balones como regalo y que en seguida se aprendió de memoria todos los equipos, jugadores y estadísticas de la liga portuguesa. Cuando colgó los guantes, su padre se convirtió en entrenador y el joven Mourinho comenzó a descubrir las arideces de una profesión funambulista. Zé Mario todavía recuerda cómo, a los 10 años, y en plena comida de Navidad, sonó el teléfono en casa. Su padre lo descolgó, saludó al interlocutor y torció el gesto: acababan de echarlo a la calle. Ni la fecha ni la hora habían ablandado a la directiva del equipo, que, tras algunos malos resultados, decidieron cortar la cabeza de Félix Mourinho justo el 25 de diciembre. Aquel día, que había empezado con la acostumbrada algarabía navideña de vinos, cánticos y dulces, terminó en un tumulto agrio de pésames y consuelos y se grabó a fuego en el espíritu de Zé Mario, que veneraba a su padre tanto como amaba el fútbol.
Meses después, don Félix volvió a trabajar. Su hijo estudiaba en el Liceo de Setúbal, sacaba buenas notas y aspiraba a entrar en la Universidad, pero disfrutaba mucho ayudándole con el trabajo sucio. A los quince años, Zé Mario veía a los rivales, los analizaba tácticamente y presentaba detallados informes a su padre. Durante los partidos, buscaba un sitio en el banquillo, cerca de don Félix, y se pasaba los minutos corriendo de un extremo a otro del campo, para transmitir las órdenes del jefe a los jugadores. A esa edad, en la que todos los chavales sueñan con ser delanteros fulminantes o extremos pizpiretos, Zé Mario ya quería ser entrenador.
Pero doña María Julia, su madre, tenía otros planes para él: quería que estudiara una carrera universitaria. Quizá había sufrido demasiado con el oficio de su marido como para desear un horizonte semejante para su hijo. «No creo que Zé sea arrogante, pero sí que tiene carácter», confesó años más tarde a un periódico inglés. «Probablemente, lo forjó después de ver cómo su padre no pudo llegar más alto a causa de su modestia». Don Félix, en efecto, tenía fama de entrenador honesto y blando. Y su propio hijo lo comprobó en 1982, cuando el joven Mourinho era un defensa central flacucho y poco prometedor que militaba en el Río Ave, un equipo humilde de Primera División al que entrenaba su padre. En aquella temporada, Zé Mario veía todos los partidos desde la grada. Sólo había sido convocado una vez, aunque se sentó con los suplentes y no llegó a pisar el césped. Sin embargo su suerte pudo cambiar en el último partido de Liga, que el Río Ave tenía que jugar frente al poderoso Sporting de Lisboa. Don Félix meditaba cómo suplir la inopinada baja de su líbero titular, Figueiredo, que se había lesionado minutos antes del partido. Pensó en su hijo. Llamó con urgencia a Zé Mario, le pidió que se vistiera y le ofreció un sitio en el banquillo. Pero el presidente del club, José María Pinho, vio la maniobra desde el palco y, horrorizado, bajó corriendo a los vestuarios. Pinho, un tipo sanguíneo y de bruscos modales, amenazó al entrenador con despedirles de manera fulminante, a él y a su hijo, si osaba sacar a Zé Mario al campo. Don Félix no se atrevió. El Río Ave perdió 7-1 y José Mourinho se quedó sin debutar en Primera. Jamás lo conseguiría.



De profesor a entrenador
A los 22 años, tras una incómoda travesía por clubes menores de Segunda División, Zé asumió sus limitaciones. «Soy una persona inteligente y sabía que no iba a llegar más alto. Aquel era mi nivel», relató al diario 'The Times'. Su madre vio entonces el campo expedito y le matriculó en la Escuela de Administración de Empresas. Duró un día. «Aquello no era para mí; un trabajo de traje y corbata...». Así que buscó un destino universitario compatible con el chándal y se apuntó en el Instituto Superior de Educación Física. No era la primera vez que daba un disgusto a doña María Julia: a los 16 años, tras una bronca con su profesor de matemáticas, Zé Mario se fue de clase, apechugó con el suspenso y no volvió por el aula hasta que hubo otro maestro.
Su vida parecía por fin encarrilada. Aprobó la carrera con nota, se puso a dar clases de gimnasia en un instituto y se casó con Matilde, su novia desde crío. Para apagar su sed de fútbol, ejercía como técnico ayudante en clubes como el Estrela Amadora, de la Primera División portuguesa. Según sus compañeros de entonces, en los partidos ya se comportaba como un hombre impulsivo, incapaz de digerir las derrotas, aunque de trato cercano y amable. «Teníamos que sujetarlo», recuerda Manuel Fernandes, entrenador del Estrela en aquella época. Pero entonces apareció en su vida Bobby Robson, venerable técnico inglés con pinta de abuelete al que acababa de fichar el Sporting de Lisboa. Y todo cambió.



Robson buscaba un asistente que supiera inglés, entendiera de fútbol y conociera la liga portuguesa. Le presentaron a Zé Mario. El flechazo fue inmediato: «Aquel chaval, que casi no había entrenado, me presentó los mejores informes tácticos que he visto en mi vida», recordaba años más tarde Bobby. Así que Robson ya no quiso prescindir de él. Se lo llevó a Oporto y, más tarde, a Barcelona. En el club azulgrana, sedujo a los jugadores más cultos. Laurent Blanc, actual seleccionador francés, le pedía los vídeos e informes que elaboraba para luego analizarlos en su casa; Pep Guardiola y Luis Enrique le cogieron mucho aprecio y disfrutaban de lo lindo charlando con él. Cuando el Barça despidió a Robson y contrató a Van Gaal, el holandés de las frases tajantes decidió quedarse con él: «José es el único que me dice lo que piensa y no lo que quiero oír», bramó. A su lado, Zé Mario acabó de colocar las últimas piezas de su personaje. José Mourinho ya estaba listo para construir su propia historia. Ya era alguien especial.

Fuente: [Only registered and activated users can see links]

Higuain
11/11/2010, 00:28
Buena historia,me la he leido entera.

elverdaderoivan-loco
11/11/2010, 11:28
A esto se le llama MARKETING. NaCl U 2

pierno
11/11/2010, 12:30
lo cortes no quita lo valiente....

pero ya os aseguro que este señor tambien tiene un curriculum menos horroso.....

Shark Gutierrez
11/11/2010, 12:58
A esto se le llama MARKETING. NaCl U 2

Qué interés tiene el diario moontañés de vender esto como "Marketing"?

elverdaderoivan-loco
11/11/2010, 13:51
Qué interés tiene el diario moontañés de vender esto como "Marketing"?
Yo no he dicho que el diario quiera vender esto como marketing, sino que la reinvencion de Mourinho por el mismo a eso se le llama MARKETING, crear un ALGO DE LA NADA. NaCl U 2

F9T
11/11/2010, 14:49
Qué interés tiene el diario moontañés de vender esto como "Marketing"?

Cantabria es muy madridista

Son mas del madrid, que del racing.

Shark Gutierrez
11/11/2010, 16:45
Cantabria es muy madridista

Son mas del madrid, que del racing.

Pues nada oye, otro diario centralista más. no? :palomitas:

TrueBlue
11/11/2010, 17:02
Jeje gran articulo, ya lo había leido.

Shark Gutierrez
11/11/2010, 17:02
Jeje gran articulo, ya lo había leido.


:palomitas:

Puto Perry

TrueBlue
11/11/2010, 17:03
:palomitas:

Puto Perry

:juas::juas::juas:

:palomitas: